Iba caminando y me encontré con mis demonios. Algunos eran viejos conocidos. Otros de nuevo ingreso. Algunos me acompañaban desde que estaban chiquitos. Otros llegaron ya viejos. Nos vimos de frente y nos ignoramos.
Al acercarnos, nos detuvimos. Lo único que logré hacer, fue lanzar una mirada despectiva, casi asesina. El tiempo se detuvo por un instante. Y es que no se necesita mucho para observarlos bien. Son demonios que conozco perfectamente, aunque ellos a mí me conocen mejor. Por un segundo fue como si estuviera a punto de iniciar una batalla campal. Campal porque una de las partes tiene la opción de dejar el terreno de pelea. Y así fue. Quiero engañarme y pensar que ellos decidieron abandonar la pelea. Sé en lo profundo que fui yo, aunque me consuele creer lo contrario.
Se reanudó el correr del reloj y cada uno caminó en su propia dirección. Creía que ellos seguirían una trayectoria opuesta a la mía. De pronto, viéndome al espejo me percaté de que me habían acompañado todo el camino. Buscan pelea, tal vez se las daré… aunque no ahora. Espero con ansias el día en que tenga la voluntad para enfrentarlos. Mientras tanto, a seguir viviendo. Y la vida sigue…