Con todas las personas que he conocido en mi vida tengo claro algo: La gran mayoría de nosotros queremos ser buenas personas. Vivimos en la vorágine de la actualidad y a veces se nos olvida esto. El día a día hace que dudemos de lo que está bien y de lo que está mal.
Hace poco leía en un libro que todos nosotros tenemos alguna razón para ser buenos. Estas razones pueden ser muchas y muy diferentes. La razón para que una papá o una mamá sean buenos puede ser su propio hijo. Para el joven, una razón puede ser su propia novia. Para un profesor, entrenador o director espiritual pueden ser sus propios alumnos. Al bien dentro de cada uno de nosotros lo guía algo propio, interno a nuestro ser.
Siempre y cuando esas razones sean auténticas y no conlleven dobles intenciones, pueden jugar a nuestro favor. «¿Por qué usted no se suicida?» era la pregunta que Viktor Frankl les hacía a sus pacientes después de haber sobrevivido a la segunda guerra mundial. Y ellos siempre encontraban una razón para seguir viviendo. Ya que hay una razón para vivir, hay que llevar nuestra vida más allá. Sócrates decía que: «Vivir no es lo único importante, sino vivir justamente».
Para vivir según el bien tenemos el hoy, no el mañana que no poseemos, ni podemos conformarnos con el ayer. El bien se construye día a día y es lo que hace que el universo siga adelante, el bien, la verdad, la perfección máxima.
¿Cuál es tu motivación en la vida para ser mejor? Encuéntrala preguntándote a fondo los motivos por los que haces algo bueno y algo malo. Es decir, revisa tus acciones y pregúntate por qué lo hiciste, si hay razones intermedias, vuelve a preguntar por qué y hazlo hasta que ya no puedas cuestionarte más las razones y tendrás tu motivo original para hacer las cosas.
Al cabo de varios días de repetir este ejercicio, tus motivaciones aparecerán más claramente en cada una de tus acciones diarias. Inténtalo para ver que la vida sigue…