Llegó el día. Mañana conmemoraremos 200 años del momento en que el padre Miguel Hidalgo inició la lucha por la independencia de México. Muchos fueron los motivos que lo movieron a él, a sus amigos, compañeros, seguidores y discípulos para lograr este cometido. Pero hoy, no vamos a reparar en eso.
México es un país joven, una nación que se conformó en la historia moderna. Un país que es independiente, mas no necesariamente libre. Un país autogobernado, más no autónomo.
Mañana todos vamos a festejar a México. Pero hay alguien que lo celebra todos los días. Hay quien se siente afortunado por pertenecer a esta nación y ciertamente no es el tipo de gente que tiene Internet. Son las personas a las que irónicamente México les ha dado menos… considerablemente menos. Son los campesinos que pasan larguísimas jornadas bajo el sol trabajando. Son los obreros de las fábricas, la gente de las calles.
Es cierto, están en contra del mal gobierno, están malacostumbrados a las acciones paternalistas, viven en un estado a veces insoportable. Pero al mismo tiempo están a favor de México. Son orgullosamente mexicanos. Son ellos los que aman más a nuestro país y no entienden la historia, y no analizan las movidas políticas, y siguen teniendo esperanza en esta gran nación.
No tienen nada, pero tienen esperanza. Y es la esperanza la que sostendrá a nuestro país. No sólo es la que lo hace resistir, sino la que lo lleva adelante. Porque no es lo mismo la esperanza que la espera. No esperemos que algún día cambie todo, sino que esperancémonos, conservemos la alegría y confiemos que con el trabajo mutuo, todo puede cambiar.
Falta una nueva cultura, pero ésta será la que nosotros habremos de crear paso a paso. ¿Qué haremos para hacer progresar a México? Es la pregunta que tenemos que responder…