Todo pintaba muy bien, los niños no tuvieron clases, la gente estaba contenta, yo salí temprano de trabajar y me dispuse a ir a Reforma para ver el espectáculo. Hoy no quiero hablar de las intenciones que había detrás de este festejo o de mejores formas de invertir el presupuesto de estas celebraciones. Voy a hablar del espectáculo que nos brindaron a todos los mexicanos para celebrar el bicentenario de nuestra independencia.
Una palabra puede describir este evento: impresionante. Tuve la oportunidad de ver de cerca el desfile y quedé muy gratamente sorprendido. Era verdad lo que decían cuando declaraban que esto iba a ser un espectáculo nunca antes visto en nuestro país.
Más de 7,000 voluntarios participaron en esta caravana que incluyó los temas más representativos de nuestra nación. A lo largo de más de 2 horas hicimos un recorrido por el México prehispánico, los sonidos de la nación, las profesiones, la conquista, el día de muertos, la independencia y revolución, los grupos étnicos, bailes típicos, y la música de nuestro país. Todo fue ejecutado con imaginación, precisión y espectacularidad impresionantes.
A lo largo del 15 y del 16 de septiembre, los festejos no desmerecieron uno de otro. Resaltó la creatividad y la ejecución. Lució espectacular el Zócalo de la ciudad de México con el concierto de llamas, con las proyecciones en la catedral y los juegos pirotécnicos.
Fue un día de festejos, de alegría y de reafirmar nuestra identidad. Es un espectáculo que no pasará desapercibido en la historia, porque fue digno de una gran nación, digno de 200 años de independencia.