Me gustó una imagen que le escuché a una persona hace poco. Las personas somos como agua de tamarindo… se nos asienta la pulpa. Y lo que necesitamos es algo que nos sacuda. Sin duda no es una figura que le escucharíamos decir a Mario Benedetti, pero es la que queda ad hoc para este tema. A veces nuestra vida se asienta, pierde consistencia, se queda sin sabor o simplemente cambia de rumbo hacia una dirección que nosotros nunca nos hubiéramos imaginado.
Lo peor es que cuando nos damos cuenta, es demasiado tarde porque ya estamos invirtiendo incontable tiempo y esfuerzo en algo que no nos va a llevar a ningún lado. Estamos perdiendo el rumbo y el control de lo que queremos en nuestra vida y en consecuencia nos estamos haciendo más miserables.
¿Hasta dónde hay que esperar a que lleguen las oportunidades? ¿Hasta dónde hay que aferrarse a algo que no hemos podido conseguir? La línea es extremadamente delgada y por si fuera poco es invisible. Por un lado habría que entender que la vida está hecha de acontecimientos y que la mayoría de las veces, éstos acontecimientos no son provocados por nosotros, sino que son producto de las personas y circunstancias que nos rodean. Por el otro, tenemos que tener claro que los últimos dueños de nuestra vida somos nosotros mismos. Los acontecimientos que ocasionamos nosotros mismos son un bajísimo porcentaje en cantidad, sin embargo, si tuvieran una ponderación serían los que más promediarían para la calificación final de la vida.
Lo importante es tener el foco en esos acontecimientos. Si no estás provocando nada en tu vida, si no te estás sacudiendo el miedo, la flojera, el status quo, lo más probable es que estés condenado a vivir la vida de otras personas que no son tú. Y en ese momento entra un conflicto de esencia: Si existes para vivir lo que otra persona nació para vivir, ¿por qué existes?
Busquemos todo el tiempo algo que nos sacuda, que nos haga amar cada segundo, que nos haga despertar y ser dueños de nosotros mismos. Puede ser un amor, el trabajo, un hijo, un proyecto, un amigo o hasta un libro… lo importante es no dejar de buscarlo nunca.