La verdad es que nunca he platicado con un psicólogo sobre este tema. Pero estoy seguro de que científicamente, la razón para extrañar a una persona o actividad debe ser la siguiente: Un vacío provocado por la inseguridad que genera el ya no contar con la exposición o convivencia constante con una persona o circunstancias específicas, lo que provoca angutia, miedo e inseguridad.
Claro que hay un momento en la vida en la que las razones científicas salen sobrando. Todos hemos sentido el sentimiento de extrañar algo o a alguien. Y en ese momento es perfectamente claro que no tiene que ver con la costumbre o la sobreexposición, sino al amor o cariño que sentimos por la otra persona y esto es perfectamente normal.
Por un lado, extrañamos personas. Personas que nos hacen ser mejores, personas que hemos querido y que nos han querido. Y es que ese lazo de amor no se rompe con la distancia o el tiempo. Por eso, a veces de forma espontánea saludamos a alguien que hace mucho no hemos visto y parece que el tiempo no ha pasado. No creo que para eso haya una razón científica, más bien es una razón espiritual, la conexión de dos almas que nunca va a romperse.
Por el otro, extrañamos actividades. Muchas veces platicando decimos «¡Qué buenos tiempos!», «¡Qué bien me la pasé!». Pero ¿qué nos impide volver a hacerlo? ¿Qué es lo que nos impide volver a experimentar esa felicidad? Creo que vale la pena que nos detengamos unos minutos a buscar esta respuesta y volver a hacerlo. Me quedo con una frase de la Madre Teresa de Calcuta, que dice:
Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo. No vivas de fotos amarillas… Sigue aunque todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el hierro que hay en ti. Haz que en vez de lástima, te tengan respeto. Cuando por los años no puedas correr, trota. Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa el bastón. ¡Pero nunca te detengas!!-Madre Teresa de Calcuta