Sabemos que los jóvenes son el futuro de una nación y del mundo en general. La fuerza de la juventud no se puede detener con nada. Son los jóvenes los que tienen las ideas, la energía, la fuerza, la motivación, el impulso y el valor para sacar adelante nuevos proyectos e incluso para cambiar el mundo.
Pero en esta etapa, también, los jóvenes estamos llamados a aprender mucho. La juventud es la mejor etapa para equivocarse porque de un adulto no se aceptan errores. Sin embargo, un joven no comete errores por desidia, por flojera o por estupidez, sino por falta de experiencia o de madurez. Y esos errores son precisamente los que impulsan a mejorar y son los que propician la innovación y el descubrimiento.
En ese proceso de descubrir y de aprender, los jóvenes buscan guías y compañeros que puedan dar alguna luz y encauzar todas las energías que tienen. Esos guías van desde los papás (que pierden una gran fuerza en la adolescencia y la juventud temprana), los amigos, la escuela y otras personas e instituciones.
De ahí que las personas que sean guías para otros tengan una gran responsabilidad acompañando a uno o varios jóvenes. Ellos son los encargados de enseñar a los jóvenes a manejar su carácter, su interacción con otras personas y con el mundo. A través de ejemplos, los jóvenes aprenden lo que es la entrega y la dedicación y aprenden a identificar y controlar sus sentimientos.
Por eso, a veces da coraje que algunas escuelas y universidades consideren a los jóvenes como un número más o una fuente de ingresos y que no se preocupen por formar su carácter, su cultura y sus valores. Cada día en la juventud es una oportunidad para absorber información y conocimiento que tarde o temprano será aplicado. Y no hablo del conocimiento académico, sino del poder para tomar decisiones, para poder juzgar y actuar. Ese conocimiento nunca podrá aprenderse más tarde y por eso no se pueden desperdiciar estos años.
Si los jóvenes tienen alguna responsabilidad en este proceso es precisamente la decisión de dónde depositar su confianza. Es muy importante que controlen en dónde estudian, a quién le piden consejos, a quién admiran y cuáles autores les gusta leer.
Con un buen guía, un joven puede explotar su máximo potencial y así poder cambiar el mundo.