A todos nos gusta dar consejos. Es simpático cómo mucha gente nos pregunta sobre todo tipo de temas, y confían en nosotros, al grado de hacer lo que les aconsejamos. Sin duda esta es una gran responsabilidad, porque la mayoría de las veces no tenemos los conocimientos, la preparación o el interés necesario para poder decidir por otras personas.
Pero para que esto pueda funcionar, es muy importante que quien da los consejos, sepa escuchar sus propias palabras. A veces queremos ayudar a los demás a ser felices y nosotros mismos no hacemos nada por conseguirlo. Por eso, es sumamente importante ser analíticos con nuestra propia vida. Y más que eso, que sepamos convencernos de lo que vamos a hacer, de lo que vivimos, de lo que creemos y de lo que somos.
Como buen comunicólogo, creo que nuestras palabras tienen poder en sí mismas. Todas las palabras tienen un morfema y un gramema. Todos los signos tienen un significado y un significante. Todas las acciones tienen fondo y forma. Y por eso las palabras siempre van cargadas de un significado, son más que un conjunto de símbolos o sonidos, son la manera en que todo adquiere su propio nombre. No quiero entrar en temas muy filosóficos, más bien entender lo que sigue.
Si cada día usamos palabras para hablar con nosotros mismos, para convencernos de lo que creemos, de lo que somos, de los principios que nos guían, las palabras se convertirán en realidad en nuestra propia vida. Cada día es importante cuestionarnos, respondernos, y recordar todo aquello que nos mueve. Convencernos de que nos gusta nuestra vida, de que vamos a aprovechar nuestro día y de que vamos a hacer algo que valga la pena.
Por lo menos este es uno de mis propósitos en este 2012. Esperemos lograrlo, porque estoy seguro de que la persona que más me cuesta convencer en el mundo, es a mí mismo.
Detrás de cada palabra, de cada gesto puede haber una palabra que esté dirigida a cada uno de nosotros en esta tarde. Vamos a intentar sugeriros pistas para la oración de hoy, interrogantes para despertar en nosotros el encuentro con Jesús. Pues es eso de lo que se trata, abrirnos al encuentro, permitir que la Palabra nos toque, llegue a nuestras entrañas. Una de las actitudes que lo favorece es la capacidad de desprendernos, de soltar las ideas, las creencias, los esquemas que ya tenemos de Jesús, de la Biblia, de la oración… Desprendernos para dejar espacio en nosotros a lo nuevo, a Jesús, a la novedad del encuentro. Si estamos llenos de ideas, de palabras, de necesidades, de pre-comprensiones no hay espacio para nada más, no hay espacio para lo nuevo, para la novedad del encuentro.
La persona que más me cuesta a mi convencer también soy yo. Gracias por los consejos.