
No sé si a ustedes esta foto les provoque lo mismo que a mí. Estaba yo muy contento revisando las fotos de Instagram cuando me topé con ella. Me puso a reflexionar en muchas cosas. Sobretodo lo ciegos que llegamos a estar con respecto a la realidad.
Y es que a diario vivimos situaciones como éstas. Mientras recorres Reforma, la avenida más bonita de México, volteas a tu ventana izquierda y hay un niño sucio y mocoso que te pide que le regales «un peso». Puedes visitar la zona de Santa Fe, con los edificios corporativos más imponentes del país y en menos de dos minutos estar en un pueblo que parece de una zona muy remota.
México es un país de contrastes, lo sabemos todos muy bien. Pero no es una condición exclusiva de nuestro país. Nuestro planeta entero es un lugar de contrastes. Lo podemos ver al revisar el mapa y ver potencias europeas que colindan con países en condiciones severas de pobreza.
La riqueza que puede demostrar un país en un evento o promoción turística, muere al segundo en que estalla una crisis económica sin causa aparente. En fin, contrastes siempre existirán en nuestro mundo.
Lo que me preocupa no son solamente los contrastes, sino lo ciegos que nos hemos vuelto a ellos. Hemos acostumbrado a nuestros ojos a no ver lo feo, sino simplemente lo bonito. Les aseguro que la gran mayoría de las personas que caminaban por la banqueta de la foto, no vieron a la señora tirada y sin embargo sí notaron la publicidad de Versace, que pinta una realidad muy diferente.
No debemos acostumbrarnos a esto, porque nuestra actitud ante la vida comienza con nuestra manera de mirar. No digo que miremos y nos deprimamos, al contrario, miramos para sentir y para poder ayudar, con nuestras acciones y trabajo diario a que las demás personas tengan una vida mejor. Pero todo comienza con mirarlas, verlas, oirlas.
Y es que a diario vivimos situaciones como éstas. Mientras recorres Reforma, la avenida más bonita de México, volteas a tu ventana izquierda y hay un niño sucio y mocoso que te pide que le regales “un peso”. Puedes visitar la zona de Santa Fe, con los edificios corporativos más imponentes del país y en menos de dos minutos estar en un pueblo que parece de una zona muy remota.
Un pequeño país de marcados contrastes, situado en los confines del Atlántico y el Ártico, Islandia pudo estar predestinado a ser apenas un nombre en los mapas. No ha sido así, sin embargo, y ello no puede explicarse solamente por la importancia estratégica de su territorio ni por la denominada guerra del bacalao.Hay que buscar en los rasgos del carácter nacional las razones de sus peculiaridades, que pueden tener las más diversas expresiones y que no pueden atribuirse a un mero deseo de originalidad.