Hace poco me encontré con una pequeña exposición del Día de Muertos mexicano fuera del país. Sin duda, es una fiesta que llama la atención de la gente en todo el mundo. Nadie entiende cómo los mexicanos nos podemos burlar tanto de la muerte. Visualmente, es de las fiestas más atractivas del mundo, entre la comida, la decoración, el arte y la tradición. Es una fiesta con vida propia y casualmente se trata de la muerte.
Creo que no es tan malo tener presente a la muerte a lo largo de nuestra vida. Finalmente, la única verdad que podemos asegurar al 100% es que vamos a morir. Esta fiesta tan mexicana, nos recuerda esta realidad y acorta la distancia entre los muertos y los vivos. No quiere decir que me crea lo que dice la tradición. Más bien, me gusta pensar que no estamos tan lejos de los muertos ni de la muerte como pensamos.
Hace poco, platicaba con unos amigos que estudian Tanatología sobre la muerte. Resulta que el tema es muy complejo. Con esta disciplina, lo que pretenden es ayudar a las personas que van a morir y a las que experimentan una muerte cercana, a aceptarla de la mejor manera posible.
Para ayudar a alguien a superar la muerte de un ser querido, los expertos recomiendan que nunca digas «te entiendo», porque por muy parecidas que sean las situaciones o las personas que se mueren, nunca nadie va a vivir igual la muerte de un ser cercano. Dicen que lo mejor en esos casos, es demostrar nuestro apoyo y cariño, pero no ponernos en el lugar de los otros. Todos vivimos las famosas etapas del duelo, pero cada uno con distinta profundidad y duración. Así, que hay que saber acompañar a estas personas de la manera más empática posible, pero sin asegurar que las entendemos a la perfección.
Y para ayudar a alguien a superar su propia muerte, otro gallo es el que canta. No me imagino qué le puedes decir a alguien en el momento en que descubre que su muerte se acerca. Personalmente, dudo que una terapia de unas semanas o meses pueda ayudar del todo. Más bien, debería ser una terapia que dure toda la vida y esa solo la puede hacer cada uno, en su mente y alma. Recuerdo que de chico, me llamaban la atención los cuadros y estatuas de los santos que tenían una calavera en su escritorio o en la mano. Me explicaron que era para tener presente a la muerte.
«¿Para qué pensar en la muerte? Mejor disfrutar la vida». Era lo que pensaba. Hoy trato de verlo de otra manera. Teniendo presente la muerte, puedes disfrutar más la vida. Nunca sabemos cuándo va a llegar ese momento, pero para estar contento con tu vida, es mejor que te apures a hacer todo lo que quieres antes de morir.
En su famoso discurso de Stanford, Steve Jobs decía: «Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón». Es cierto, si cada mañana nos viéramos en el espejo y pensáramos que ese día podemos morir, nos comportaríamos muy distinto de lo que habitualmente hacemos. Es quitarnos el miedo a la muerte aprovechando la vida. Lo sé, no suena fácil, tenemos miedo de no dejar una huella en el mundo o dejar asuntos o conflictos sin resolver. Pero es una parte importante de quitarnos el miedo a la muerte.
Y supongo que la otra parte de la aceptación de la muerte es esperar lo que hay más allá. En la medida en que creamos en el destino que todos compartimos después de la muerte, todo cobra sentido. Creo que no podemos imaginarnos lo que será en el momento que abramos los ojos en el cielo. Si meditáramos un poquito más en esta realidad, tal vez tendríamos prisa para morirnos, como lo pone Santa Teresa de Ávila en uno de sus poemas más famosos:
Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero.—Santa Teresa de Ávila
Así que mientras la vida siga, hay que aprovecharla, para llegar a morirnos de la mejor manera.