La responsabilidad social es un término relativamente nuevo, que está teniendo auge cada vez más rápida e intensamente en la sociedad. Muchas empresas se convirtieron en los “villanos” de finales del siglo XX y hoy compiten por ser los “héroes” del mundo, donando recursos de todo tipo a alguna causa noble, que genere la suficiente resonancia en el público. Por esto, es inevitable no unir el concepto de Responsabilidad Social con el de Responsabilidad Social Empresarial (RSE).
Cierto, la RSE va mucho más allá de un donativo. Es un compromiso congruente de la empresa con sus grupos de interés, para minimizar los daños que puedan causar sus operaciones y maximizar su efecto benéfico en la sociedad. Hoy en día, las empresas consideran dentro de su estrategia y modelo de negocio, acciones de responsabilidad social que les permitan seguir operando, creciendo y contando con la aprobación de los grupos sociales con los que tienen contacto directa o indirectamente.
En los últimos años en México, hemos notado una importante evolución del sector filantrópico. Gran parte de las organizaciones de filantropía están profesionalizándose al grado de contar con sistemas, estructuras, mercadotecnia y administración del nivel de grandes empresas, que les permiten cumplir más eficientemente su misión.
Con toda esta evolución frente a nosotros, ¿dónde quedamos las personas? Finalmente, la ayuda nace de nuestra condición humana y de la condición humana de quien ayudamos.
Este es el artículo que escribí para el boletín de la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac. Puedes leerlo completo haciendo click aquí.