De repente aparecen esas películas que a todo mundo le gustan. Hace unas semanas, una amiga decía: «He oído muy buenas críticas de la de Derbez». No sé siquiera dónde las oyó porque la película no estaba en cartelera aún. Sin embargo, me puedo dar una idea de dónde vienen, las críticas que oyó mi amiga y los comentarios que hoy en día escuchamos todos sobre esta película.
Esas películas que «a todo mundo le gustan» o que «están muy bonitas» tienen detrás una excelente estrategia de mercadotecnia. Este género de películas bonitas se ha ido construyendo poco a poco y han encontrado su forma de llegar a la gente. Son películas que mezclan un toque de humor con una situación de amor (superación personal, amor entre padre e hijos, etc). Los personajes te hacen reír, lo que nos enamora de ellos, hasta que llega un clímax dramático que nos hace llorar por el mismo «cariño» que nos han hecho sentir durante la hora previa. Terminando con un final feliz o uno triste, pero que nos deja en paz con la historia.
Esta es la fórmula que aplica Eugenio Derbez en su película No se aceptan devoluciones, donde produce, escribe, dirige y actúa. Simplemente con ver el póster nos queda más que claro el tipo de cinta de la que se trata. El diseño remite a otras historias del mismo toque, como Forrest Gump, Patch Adams o recientemente Cambio de Planes.
Sin duda la película es entretenida, tiene puntadas muy buenas, al puro estilo de Derbez, jugando con el lenguaje y el doble sentido. Algo que vale mucho la pena, son las animaciones de los flashbacks que presenta, que tienen un arte muy bueno.
Pero durante todo el filme, no pude evitar las distracciones que ocasiona una mala producción. Ciertos efectos visuales son sumamente malos y poco creíbles. La fotografía, sobretodo en la primera parte, es de bajísima calidad. Algo que me sorprendió, fue que una película mexicana que supuestamente se desarrolla en Estados Unidos, utilice locaciones que gran cantidad del público mexicano conoce, como el Zoológico de Chapultepec, Six Flags México y el Centro Banamex, entre otras. Adicional a eso, la musicalización y edición recuerdan mucho a la televisión mexicana (cosa que lamentablemente no es un acierto).
Sin duda es un buen intento por producir un cine más comercial en nuestro país, pero se queda muy corto en la calidad que debe acompañarlo. En fin, si quieren verla, es una buena opción para pasarla bien, pero no para esperar una obra maestra del séptimo arte.