En esta época de capitalismo, la palabra capital nos llama la atención, mucho (demasiado diría yo). Recientemente, me topé con el concepto de capital social. No se refiere a la idea del monto que aportan los socios dentro de una empresa. Ese es un concepto mucho más antiguo. Capital social es un nuevo concepto relativamente, que habla de las personas y sus relaciones y cómo estas se capitalizan en beneficio de la persona y de la sociedad.
Esta clase de capital es algo que en tiempos anteriores se daba con mucha más facilidad y naturalidad, pero no se le había dado nombre. El hecho de que hoy se reconozca este concepto —supongo yo— se debe a que le hemos restado importancia a esto en nuestro pensamiento y en acciones cotidianas y por eso nace la necesidad de estudiarlo, para poder recuperarlo e incrementarlo.
Digamos que el capital social es ‘eso’ invaluable que se crea a partir de las relaciones humanas. Cuando tú conoces a una persona, no solamente convives con ella por un tiempo, sino que conectas tus redes con las suyas (no en el sentido que ocurre en Avatar). Lo valioso de conocer a personas nuevas no es solamente la convivencia que se genera, sino lo que implica en potencia.
A través de nuestro trabajo, de nuestras acciones, generamos un impacto en la sociedad (en mayor o menor medida). Este impacto nace de nuestro llamado personal. Hay algo en nuestra vida que nos atrae más que cualquier otra cosa, que nos hace sentirnos «como pez en el agua», ese es nuestro llamado, nuestra vocación. Pero este llamado, si se queda aislado o solo, está condenado a tener un impacto muchísimo menor de lo que podría tener. Aquí es donde el capital social adquiere sentido.
Todos en nuestras relaciones tenemos la capacidad de crear, de innovar, de aumentar nuestro impacto. Al cultivar una relación con alguien, esta potencia aumenta por la posibilidad de complementarnos y ayudarnos mutuamente. Todos tenemos una misión única e irrepetible, pero no aislada. Esto quiere decir que si la combinamos con la de otras personas, nuestro impacto aumenta. Así de sencilla es la clave del éxito de tantos movimientos sociales alrededor del mundo. Son miles o millones de llamados sumados y complementados unos con otros.
Así que, en esta época donde estamos acostumbrados a ver edificios, marcas e instituciones, no debemos perder de vista el capital social. Estas relaciones forman y humanizan a la sociedad. Hacen que las negociaciones no sean con empresas o papeles, sino con personas. Hacen que la responsabilidad social sea una respuesta a las personas y no a las marcas o a las utilidades. Las relaciones humanas construyen lazos fuertes, que superan a las personas. El capital social es esa sinergia que se forma a partir del contacto que tenemos unos con otros y que permiten que la humanidad avance.
Así que la próxima presentación que te hagan en una reunión, no solo es una oportunidad para pasar un buen momento, sino una posibilidad de construir juntos algo increíble. No ignores a los demás.