Es cuestión de prioridades. En el ambiente de oficina, hay un término llamado Priority Management, que busca definir cómo se deben ir alcanzando las metas y cumpliendo las tareas de acuerdo a las distintas prioridades de acuerdo a importancia, inversión, tiempos, etc. Pero aquí no hablamos de algo tan banal como las prioridades del trabajo. Hablamos de las prioridades de vida.
Esta frase de Goethe me recuerda a una declaración del Dalai Lama, que ejemplifica perfectamente este asunto de las prioridades. Dice así: «Lo que más me sorprende del hombre occidental es que pierden la salud para ganar dinero, después pierden el dinero para recuperar la salud. Y por pensar apasionadamente en el futuro no disfrutan el presente, por lo que no viven ni el presente ni el futuro. Y viven como si no tuviesen que morir nunca. Y mueren como si nunca hubieran vivido».
¡Cuántas veces empujamos por la borda lo que siempre hemos querido en nuestra vida a cambio de algo que parece urgente! Un sueño lo relegamos para «luego», porque primero hay que trabajar como loco para tener dinero. ¡Cuántas personas descuidan a sus hijos y a sus familias por matarse para darles el nivel de vida que ellos asumen que deben tener! ¡Cuántos jóvenes desperdician su juventud, su energía y su entusiasmo, para buscar un supuesto desarrollo profesional! ¡Cuántas personas dejan de divertirse por guardar las apariencias que la sociedad «exige» de ellas! A veces, con nuestro consumo ponemos en riesgo a las generaciones del futuro dañando el medio ambiente. ¡Cuántos hombres y mujeres tiran su corazón a la basura por una noche de placer, por comprar diversiones que supuestamente deben de vivir! ¡Cuántas vidas desperdiciadas por intercambiarlas por el alcohol o las drogas! ¡Cuántos matrimonios rotos por dejar suceder una «aventura»!
No se trata de ser pesimistas, pero estos son solamente algunos ejemplos de un intercambio de prioridades. Son casos en los que las cosas que menos importan se convierten en mercenarias de las que realmente valen. Todos hemos caído en estos intercambios absurdos, a veces en mayor y a veces en menor medida.
Pero creo que como humanidad, tenemos el deber de poner las prioridades al mando. De poner lo valioso por encima de lo deslumbrante o apantallante. Como humanidad, tenemos la obligación de formar nuestra conciencia individual y colectiva para que siempre triunfe la verdad. Para ser humanos y no objetos. Éste es un llamado a cada uno de nosotros para poner siempre primero lo primero.