Walt Disney era un genio. Lo comentan todas las personas con las que trabajó y los que han estudiado su trabajo y su vida. Pero más allá de esto, fue un hombre que transformó para siempre el entretenimiento. Es la persona que más Óscares ha ganado en la historia y no parece que alguien lo vaya a alcanzar pronto.
Pero no siempre fue así. Walt vivió momentos muy duros, en los que el Estudio estaba prácticamente quebrado y donde no tenía los recursos para pagarle a los empleados. Uno de los momentos que marcaron su vida, fue cuando acudió a Nueva York a renovar un contrato para unas caricaturas que producía y que eran su fuente mayor de ingresos. Al llegar, comentó que para renovar el contrato necesitaba que se pagara más por capítulo, ya que el precio anterior no cubría los costos de producción. La distribuidora no solamente le dijo que no, sino que terminó con el contrato y además se quedó con los derechos del personaje que hábilmente habían registrado. Ahí Walt perdió a Oswald The Lucky Rabbit.
En el tren de regreso, comenzó a hacer trazos. «Necesito hacer un nuevo personaje», comentó. Y fue así como de Nueva York a California, apareció un ratoncito que le llamaba Mortimer y que gracias a la esposa de Walt, hoy lo conocemos como Mickey Mouse.
A lo largo de toda su carrera, Walt no pensaba en el dinero. Simplemente llegaba con proyectos muy ambiciosos, uno tras otro: la cámara multi-planos, los dibujos animados con voz, el cine a color, largometrajes animados, un parque de diversiones. Todo esto metía a su hermano Roy en un aprieto para conseguir el dinero y esperar que funcionara. Pero gracias a eso, Walt Disney era Walt Disney y el cine es lo que conocemos hoy.
Nunca se movía por el dinero ni por el valor de un negocio, sino por una idea y un propósito. Sin embargo, hoy volteas a ver a la sociedad y lamentablemente te encuentras con miles de empresarios cuyo foco no son las ideas, son los billetes. Y esto hace que tengamos empresas sin alma, productos sin alma, sociedades sin alma. Si pudiera, quisiera hacer un propósito (aunque ya estemos en abril). Quiero que nunca me mueva el dinero, quiero que siempre me muevan las ideas.
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