Cuando uno sabe a dónde va

El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a dónde va

Uno de mis libros favoritos del mundo es «El Principito» de Antoine de Saint-Exupery. En muy pocas páginas contiene más lecciones que la colección completa de Twilight (lo sé, no es un gran logro, la información nutricional de una etiqueta de Cheetos tiene más lecciones que eso).

Frases que parecen casuales están cargadas de significado y de aprendizaje. Cada capítulo es una reflexión sobre cómo las personas adultas «somos muy extrañas» y cómo vamos traicionando al niño que llevamos dentro. Pero hay una que es de las más famosas y para mí, de las más importantes: tenemos que saber a dónde vamos.

Para esto, hay que entender varios principios. No se trata de saber por saber, ni de forzar el camino. Estos son algunos de los que se me ocurren:

Define un destino y motívate para alcanzarlo. Para saber a dónde vamos hay que tomar decisiones, primero hay que saber a dónde queremos llegar a largo, mediano y corto plazo. Así, las cosas cambian de perspectiva. Ten cuidado, si solo piensas en el largo plazo, puedes dejar de vivir el presente o creerte cosas que aún no existen. Si solo piensas en el corto plazo, en poco tiempo pierdes el rumbo, porque todas tus resoluciones se basan solo en la satisfacción inmediata. Nuestro destino debe elegirse junto con el camino a tomar.

Escoge las escalas que quieras hacer. No es lo mismo decir que te vas a ir de vacaciones a Roma (digo Roma porque todos los caminos llevan a allá), que decir que vas a varias ciudades de Europa para terminar en Roma. Las escalas son importantes. Últimamente las hemos menospreciado, pero son esas escalas las que le dan sabor a la vida. No es lo mismo tener en mente que quieras ser padre o madre de familia, a que disfrutes antes tu soltería, tu trabajo, tu noviazgo y tu matrimonio. Cada cosa tiene su sabor y a cada cosa le basta su tiempo.

No te conformes. Cuando hay un giro inesperado en el camino, disfrútalo como una escala sorpresa. Pero eso no quiere decir que te tengas que conformar con lo que sucedió. Recuerda, la vida no es una carrera, sino un maratón, así que una caída o un descanso no aseguran una derrota.

No seas terco/a. Si algo no sucede y definitivamente no puede suceder, no te aferres. Lo importante de la vida es crear siempre. Hay muchas personas que detienen su fase creadora por un fracaso, una desilusión amorosa o una tragedia. No dejes de aportar cosas nuevas al mundo. Así que si hay una piedra en el camino, aprende a rodearla o a cambiar de ruta, el destino está a la espera.

Pase lo que pase, no te desesperes, aprende a ver los signos del destino. Como dice Paulo Cohelo, cuando quieres algo, todo el Universo conspira para que realices tu deseo. O como dice Antoine de Saint-Exupery, el mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a dónde va.

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