El liderazgo es un concepto que confundimos muy seguido. Hoy en día, gran parte de las personas lo entienden como poder, gobierno, fuerza, autoridad, dominio, dinero y fama. Nada más lejos de la realidad. Precisamente, grandes problemas que tenemos con líderes en todas las latitudes y niveles vienen de esta malinterpretación de su significado. Y este malentendido lo tienen tanto los «líderes» como los seguidores. Esto nos encierra en un círculo vicioso que nos puede llevar a una crisis de verdadero liderazgo.
El problema viene desde la misma educación. Por lo menos en México, las escuelas que llevan en su slogan la palabra liderazgo están muy lejos de formar líderes. Forman gente extrovertida. Forman gente profesional, enfocada a resultados. Algunas, lamentablemente solo forman juniors. Pero son pocas las que entienden verdaderamente el concepto de liderazgo.
Por eso me encantó esta frase de Geoff Aigner que leí en el libro Leadership Beyond Good Intentions. Si entendemos el liderazgo como una oportunidad de amar a los demás, la cosa cambia. Porque no vamos a esperar obediencia ciega de parte de otras personas, ni vamos a querer simplemente dar órdenes. Si amamos a los demás, buscaremos servirlos en lo que podamos, sin que nos importe perder nuestro estatus.
Un líder auténtico buscará guardar su ego, evitará que la fama o el poder se le suban al cerebro y será el mismo en su casa, en su oficina y en los eventos sociales. Eso es un líder, alguien que sabe inspirar a otros, que siente compasión por ellos y que les ayuda a ser mejores y a ser libres. Un líder de verdad no crea seguidores dependientes, sino personas completas. Un líder real no necesita un puesto, un título o una cuenta de banco para mover a la humanidad.
¿Conoces a un líder verdadero? Dinos quién y por qué en los comentarios…