El horizonte de Manhattan es especial, no hay una sola montaña, solo están las hechas por el hombre… los grandes rascacielos. De todos estos, había dos que sobresalían enormemente del promedio: las torres gemelas del World Trade Center. Hoy, caminar por esa zona de Nueva York no es lo que era hace unos años, donde los turistas visitaban los edificios para subir al último piso de las torres y ver el panorama de la ciudad.
Hoy, esa zona es un lugar de silencio, de dolor y de respeto, porque nos recuerda una de las más grandes tragedias de nuestro tiempo. Al llegar, a pesar de la cantidad de gente presente —que llegan a ser varios cientos— se escucha claramente la caída del agua en el Memorial que recuerda el 11 de septiembre de 2001.
Impresiona la grandeza del lugar (que abarca la misma área que ocuparon las torres durante su existencia), impresiona también su diseño, una fuente que parece no tener fondo desde cualquier estatura humana. Pero sobretodo impresiona el detalle, ya que al acercarte, puedes ver más de 3,000 nombres de las personas que fallecieron ese día.
El museo no es menos impactante, ya que cuenta la historia de la tragedia minuto a minuto con todo tipo de evidencias. Pero no es todo, el recinto alberga también todas las fotografías y las historias de las personas fallecidas.
«Ningún día debe borrarte de la memoria del tiempo». Con esa frase de Virgilio se decora la fosa común donde están enterrados muchos de los restos de las personas que fallecieron ese día y no pudieron ser reconocidos.
Esta obra de Spencer Finch tiene casi 3,000 cuadrados de distintos tonos de azul que tratan de recordar el color del cielo en esa mañana del 11 de septiembre. Así es la memoria, a pesar de que cada uno tiene un toque distinto, el conjunto puede dar una idea completa.
Las letras fueron forjadas con restos de acero de las torres gemelas.
No puedes salir insensible de este lugar, porque más allá de las ambiciones y estrategias políticas, de las dudas que rodean este hecho, se siente la presencia de esas personas inocentes, que sufrieron injustamente a causa del odio. Y así como sucedió en Estados Unidos, la potencia mundial, ocurren estas infamias en todo el mundo. Ojalá que algún día nos demos cuenta de lo que somos capaces para el mal y recapacitemos. Solo así podremos crear la civilización del amor.