¿Tiene caso luchar contra nuestro defecto dominante?

Desde que voy en primero de secundaria, me acuerdo de que en todos los retiros a los que he asistido, había una sesión destinada a hablar del plan de vida. Lo que me llama la atención es que esa sesión, a lo único a lo que se enfocaba era a repetir: «todos tenemos un defecto dominante y tenemos que luchar contra él».

Por lo tanto, el plan de vida se centraba en poner tu principal defecto y enlistar varias estrategias para luchar contra él. Todos los demás temas que quisieras incluir estaban bien, pero no eran lo más importante. De hecho, cuando un director espiritual te ayudaba a revisar tu plan, solo le daba una leída rápida a esos temas y volvía al defecto dominante.

Uno de los principales argumentos que usaban todos los sacerdotes, consagrados y profesores para promover esto es que, «Si cada año elimináramos un defecto, en 7 años seríamos santos».

Viendo hacia atrás, tengo algunas objeciones sobre esta perspectiva de nuestra vida. No quiere decir que luchar contra el defecto dominante no tenga valor. Claro que lo tiene, de hecho, es parte de la tradición espiritual de los cristianos y católicos. Pero enseñarlo de esta manera y pretender que la gente haga un plan de vida completo con esto al centro, creo que es un gran error.

Las virtudes no son la ausencia de defectos

No porque una persona no sea chaparra, quiere decir que es alta. No porque no veamos el sol, quiere decir que es de noche. En la Ciudad de México sabemos que una calle sin baches, no necesariamente está bien pavimentada. De la misma manera, no porque alguien no tenga defectos, quiere decir que está lleno de virtudes. Los defectos son caídas y obstáculos constantes en el camino. Si los vemos así, tenemos que ver la virtud como algo que se construye poco a poco y no solamente como un parche a nuestros constantes errores.

Es por eso que para hacer un plan de vida, creo que es mucho mejor enfocarnos en las virtudes que queremos construir de forma proactiva. Es decir, si quiero ser generoso, puedo ponerme como propósito donar un porcentaje de mis ingresos, comprometer mi tiempo en una actividad de voluntariado, dar regalos a las personas que más quiero.

Nada de esto incluye una declaración como: «No ser egoísta». Esa intención es abstracta y está muerta desde el principio. Porque no ser egoísta implicaría, por ejemplo, que alguien me pida algo y yo no se lo niegue. Se queda muy corta en comparación con todo lo bueno que se podría hacer.

Nuestra vida es mucho más que luchar con nuestros errores

Además de esto, estoy seguro que todos en nuestra vida tenemos planes, sueños. Queremos aprender cosas, disfrutar de lo que más nos gusta, cuidar a nuestra familia, cultivar amistades, etc, etc. Eso a grandes rasgos es la vida y eso debe estar contenido en nuestro plan para el presente y el futuro.

Claro que lo más importante de todo, es ser buenas personas (hasta santos para los que quieran verlo así). Por eso, con más razón debemos diseñar un plan que nos vuelva mejores personas en todo lo que hagamos y bajo cualquier circunstancia. Hay hobbies que nos ponen en riesgo para ser buenas personas. Hay sectores e industrias en las que ser buena persona es mucho más difícil. Hay relaciones personales que nos prueban. Todo eso debe ser parte de nuestro plan de vida y no solamente unos bullets con prohibiciones o que empiecen diciendo «No debo..«

Los defectos voluntarios e involuntarios

Creo que los defectos los podemos clasificar en dos: voluntarios e involuntarios. Los voluntarios son los que tenemos por decisión propia. Es decir, cuando sabemos que algo está mal y después de un cuidadoso análisis y reflexión, elegimos seguir por el mismo camino. Los defectos involuntarios son aquellos que no controlamos conscientemente, desde la calentura en una noche, hasta la explosión de nuestro carácter impulsivo.

Los dos tipos de defecto pueden lastimar a los demás. Los dos tipos pueden evitar que nos volvamos mejores personas. Los dos tipos nos alejan de la persona que queremos ser. Pero dentro de todo, los defectos involuntarios no nacen de nuestra intención y eso reduce un poco nuestra culpa. Me gusta mucho cómo lo explica san Pablo:

«Porque no hago el bien que quierosino el mal que no quiero, eso hago. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.

San Pablo

Todos somos humanos y todos tendemos a equivocarnos, a fallar en el camino y eso hay que entenderlo, tanto para nosotros, como para los demás. Esta tendencia reduce nuestra culpabilidad pero no disminuye nuestra responsabilidad.

En lo personal, yo tengo muy mal carácter, soy explosivo muchas veces. Esto no lo hago con intención de dañar a ninguno de los que han recibido un regaño, grito o queja mía. Digamos que a veces lo hago sin pensar y sin querer. Pero eso no me quita responsabilidad. Al contrario, es algo que debo ir identificando y corrigiendo poco a poco. Espero que al final de mi vida, nadie tenga queja de mi carácter, pero mientras tanto, seguiré luchando para ser mejor persona en todos los ámbitos de mi vida y espero poco a poco llegar ahí.

¿Qué piensas?

En fin, este es un camino que debemos recorrer todos los días sin dejar de aprender. ¿Qué opinas? ¿Crees que sí hay que enfocarnos en el defecto dominante? ¿O es mejor crecer lo positivo para acabar con lo negativo? Comparte tu opinión en los comentarios.

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