En varias ocasiones, he podido ayudar a gente que tiene la intención de crear un proyecto social para ayudar a alguna causa. Al final del día, todos oímos ese zumbido en nuestra cabeza que nos dice que tenemos que ayudar a personas que lo necesitan. Algunos lo hacen regalando comida o algunas monedas en un alto, otros lo hacen como voluntarios y algunos otros de forma institucional. Lo cierto es que se necesita todo eso y más para que nuestro mundo sea un mejor lugar para vivir.
Pero aún así, no se me olvida una noche en que me tocó ver a un grupo de amigos que querían empezar su fundación, decidieron presentarla oficialmente a sus familias para pedir su ayuda. Resulta que sus papás eran algunos de los empresarios más importantes de México. Todos reunidos en una sala cuando los hijos comenzaron a hablar de que querían crear una organización para un grupo necesitado. La iniciativa la aplaudieron todos los papás con gran entusiasmo y ofrecieron toda su ayuda para hacerlo realidad. Platicando del tema, algunos ofrecieron ayudar con grandes sumas de dinero (contándolo por millones) para echar a andar el proyecto.
Unos meses después, ese proyecto ya no existía y nunca llegó a materializarse. ¿Qué pasó? Cada uno de los que formaba parte del mismo quería hacerlo, tenía la intención de ayudar y contribuir a un mundo mejor. Pero al mismo tiempo, muy pocos tenían la voluntad de poner el trabajo, el esfuerzo, el tiempo para que el proyecto funcionara y se volviera realidad.
Más o menos un año después, me tocó iniciar el proyecto de Fundación Vuela. Ahí estábamos un grupo de amigos que no necesariamente formábamos parte de la lista de las familias más ricas según Forbes, nada más lejos que eso. Teníamos tal vez la misma convicción e intención que el grupo anterior, lo que no teníamos eran los recursos económicos. En uno de nuestros primeros eventos, estábamos viviendo una gran crisis económica porque nos faltaban $9,000 para pagar algunos camiones y detalles.
Sin embargo, había algo que nos hizo seguir adelante: la voluntad, el trabajo y el sacrificio. No digo que todos lo tuviéramos por igual ni al mismo tiempo. Pero sí había algo que nos hacía seguir adelante, ir a juntas, vender pulseras, conseguir donativos, organizar actividades, invitar voluntarios y más. Estábamos convencidos que nuestra vida nos exigía hacer algo por los demás. Hoy, viendo hacia atrás, es increíble la cantidad de horas, fines de semana, juntas de noche, dinero de nuestros ingresos aportado y hasta kilómetros recorridos que llevamos. Hoy llevamos más de 10 años soñando y trabajando en Vuela. Hoy nuestros presupuesto anual se cuenta en millones, parecen broma esos $9,000 por los que sufríamos al principio. Pero a pesar de todo, no hemos tenido a ningún millonario que nos haya respaldado con un gran donativo. Todo lo hemos conseguido a base de trabajo, colectas, productos, eventos… a base de voluntad. Y por supuesto, gracias también a todas las personas que han creído en nosotros y nos han ayudado.
Es por esto que, de algo estoy seguro: En cualquier proyecto, el dinero no es necesariamente lo más importante. Claro que es necesario, pero no es lo más importante. Y se los dice alguien que se ha despertado varias noches a las 3:00 AM sudando porque no tiene dinero para terminar la remodelación de un hospital. Cuando hay voluntad, cuando hay trabajo, cuando hay un compromiso real, el dinero puede llegar. No llega fácil ni mágicamente, pero llega.
Where there’s a will, there’s a way. – Proverbio
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