Cuando Walt Disney creó el primer largometraje animado, descubrió que el mundo podía relacionarse emocionalmente con una caricatura. Mientras todos pensaban que los dibujos animados solo servían para hacer reír a la gente por un ratito antes de una película que se proyectaba en el cine, Walt supo ver que — con calidad y con una buena historia — la gente estaría dispuesta a ver una película completa de animación. Blanca Nieves abrió las puertas a una nueva etapa en la historia del cine y es una película tan exitosa que los niños del 2020 la siguen viendo, 80 años después de su lanzamiento inicial.
A partir de ahí, Disney no pararía de crear películas animadas y como fuente de inspiración siempre utilizaba novelas y cuentos de hadas clásicos, adaptándolos a su estilo, como lo hizo con Pinocho, usando solamente el nombre del personaje y una idea muy general, reescribiendo todo lo demás. La maquinaria no paraba y las historias llegaban una tras otra para su producción en el estudio.
Sin embargo, también hay que decir que muchas ideas se quedaron en el camino. Hay una muy notable: Desde los años 40, Walt Disney y sus artistas trataron de adaptar uno de los cuentos de Hans Christian Andersen. Se atravesó la segunda guerra mundial y una crisis económica para la empresa y el desarrollo quedó en pausa. En los años 90, Michael Eisner se encontró con uno de los dibujos de esa historia archivados en el estudio y promovió que los artistas realizaran una adaptación. Ese intento tampoco llegó a buen puerto hasta que a finales de los 2000, nuevos directores tomaron el proyecto y lo conviertieron en la película de animación más exitosa de todos los tiempos: Frozen.

¿Cómo es que una idea que es rechazada tantas veces por todo tipo de razones, de pronto se vuelve realidad y tiene un éxito apabullante?
La respuesta es simple: cada idea tiene su momento.
Si de algo estoy seguro, es de esto. Durante nuestra vida, nos llegan a la mente y a nuestra alma distintas ideas que nos llaman, nos distraen, nos hacen soñar e imaginar lo que podría ser. Al principio — cuando somos jóvenes y sin experiencia — tratamos de convertirlas en realidad inmediatamente. Y, ¿qué es lo que pasa? Muchas de ellas son un total y completo fracaso. El dolor de estas fallas nos hace cuidarnos más en la próxima ocasión y así se apaga poco a poco la llama que nos movía. Nos llenamos de miedo y cada vez nos cuidamos más de los errores y del fracaso.
Sin embargo, hay otra manera de ver esto. ¿Qué tal que pensáramos que esas ideas no son malas, sino que simplemente las ejecutamos en el momento incorrecto? Aprenderíamos a archivarlas y sacarlas en el tiempo y circunstancias adecuados.
«No hay ejército que pueda detener la fuerza de una idea cuando le llega su tiempo».
Víctor Hugo
¿Cuántos intentos de revoluciones se ven truncados porque no tienen aún el suficiente apoyo de parte de la gente? ¿Cuántas innovaciones son mal recibidas por el público porque la gente no está lista para ellas (Ejem! Ejem! Google Glass!)? ¿Cuántos avances y negocios no pueden realizarse porque la tecnología requerida para hacerlos aún no existe?
Ahora, ¿qué pasa cuando reúnes todo lo necesario para que esa idea pueda volar? No hay nada que la pare. Bien lo decía Víctor Hugo: «No hay ejército que pueda detener la fuerza de una idea cuando le llega su tiempo».
Yo puedo decir de primera mano que he vivido esto. Tal vez muchas más veces de lo que me gustaría. Pero los golpes me han enseñado que es cierto. Hay ideas para las que es el momento indicado y hay ideas que hay que guardar para cuando se den las circunstancias. Lo que todavía no me enseñan los trancazos, es a discernir por completo el tiempo adecuado. Aunque lo que sí puedo asegurar es que cuando el tiempo de una idea es el correcto, todos los engranes se acomodan y empiezan a correr. Ni tú mismo puedes ya detenerlos, la idea se va a volver realidad contigo o sin ti, así que más vale que te subas al tren.
Tip: Guarda un diario de ideas
A todo esto, ¿Cómo le hacemos para que las ideas que tenemos en el camino no se olviden y que en algún momento puedan volverse realidad? Una buena opción es tener un «diario de ideas». No es nada complicado. Puede ser incluso una nota de tu celular donde concentres esas ideas que te vienen a la mente y aquellas que insisten en volverse realidad. Así, podrás un día revisitarlas, verlas con nuevos ojos y con otros aires y volverlas realidad.
¿Qué opinas? ¿Estás de acuerdo? Déjame lo que piensas en los comentarios.
