El discurso Make your Bed del almirante William H. McRaven tuvo fama instantánea. Eran una serie de consejos que le compartía a los recién graduados de la Universidad de Texas basados en el entrenamiento de la Marina de Estados Unidos. Como era de esperarse, el discurso se convirtió en un libro que a la fecha se sigue vendiendo como pan caliente. Si no lo han leído, se los recomiendo muchísimo. Es muy rápido y sencillo de leer y te hace reflexionar en muchas cosas.
Para mí, la lección más importante es sobre no tocar la campana. Durante el entrenamiento inicial de la marina, todos los reclutas tienen que realizar varias pruebas, tareas, entrenamientos que los ponen a prueba mental y físicamente. En las instalaciones del campamento tienen una campana justo en el centro. Si alguno de los reclutas quiere renunciar, lo único que tiene que hacer es tocar la campana. Con eso, se acaban las despertadas temprano, las carreras a campo traviesa, el dolor y cansancio del entrenamiento. Tú decides si la tocas o no.
«If you want to change the world don’t ever, ever ring the bell»
William H. McRaven
Lo cierto es que, si quieres ser extraordinario, no puedes tocar la campana, tienes que seguir adelante. Y esto aplica para cualquier área de nuestra vida. Todos, en cualquier proyecto que tenemos o sueño que perseguimos, llegamos a un momento donde queremos dejar todo de lado, librarnos del dolor, que acabe el sufrimiento, queremos simplificar nuestra vida.
Es el paso lógico a seguir, hasta habrá gente que te diga que no tiene nada de malo. Que vendrán más proyectos, más sueños, más posibilidades. Puede ser. Pero si en un inicio elegiste este proyecto, ¿por qué dejarlo? ¿Porque se puso difícil? ¿Porque no resultó como querías?
Eso es lo que diferencia a los triunfadores del resto de las personas: no rendirse. No estoy hablando de un proyecto que fracasa, me refiero a proyectos que están caminando y que su creador los abandona simplemente porque se complicaron más de lo esperado.
Leyendo estas palabras que estoy escribiendo, casi que ni me las creo. Yo he querido tocar esa campana muchísimas veces. Yo he querido tirar toalla. A veces lo he hecho, a veces no. Y por eso, sé el valor que tiene no rendirse. A veces, vale más que el mismo logro. Y eso no lo ven los demás. Nadie te felicita por «no rendirte», todos te felicitan por «lo que lograste». Lo que no se dan cuenta es que probablemente costó más no rendirse en un momento de crisis, que realmente alcanzar ese «gran logro».
El tocar la campana tiene otro sentido cuando la tocan los demás. Imagina ser un marino y escuchar esa campana. Ese repicar te dice que tú sigues adelante cuando otra persona no. Ese sonido se convierte en un símbolo de que estás más cerca que otros del final del camino que comenzaron juntos. Esa campana se convierte en un motivador para seguir caminando, esforzándote, soportando lo que vives. Ese sonido indica que eres parte de los menos que siguieron adelante.
Si quieres cambiar el mundo, nunca toques la campana. Ojalá que no se me olvide cuando las aguas se agiten.
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