Recientemente, todos nos enteramos y lamentamos la muerte de Joaquín Salvador Lavado Tejón, mejor conocido como Quino, un dibujante argentino que llegó a todo el planeta a través de distintas caricaturas impresas, entre ellas, la famosa Mafalda.

Mafalda es un personaje que todo el mundo conoce (literalmente), ya que sus caricaturas han sido traducidas a decenas de idiomas y sus libros se han publicado en incontable cantidad de países. Dicen que no hay nada más viejo que el periódico del día de ayer. Pues Mafalda es la excepción a la regla. Su primera caricatura se publicó en 1964 y en pleno 2020 sigue recorriendo internet. Lo más increíble de todo es que su propio autor dejó de dibujar en 1973. Así que todo lo que conocemos de Mafalda son tiras cómicas de hace 50 años.
Nacimiento de un clásico
A pesar de que su autor acaba de morir hace unos días, Mafalda ya es un clásico universal y lo ha sido desde hace bastante tiempo. La definición de la palabra clásico es que se considera como modelo digno de imitación en el arte o la literatura. Mafalda es esto en toda su expresión. Es equiparable a las creaciones de Charles M. Schulz (Charlie Brown), Stan Lee (Spiderman), Albert Uderzo (Asterix) o Walt Disney (Mickey Mouse).
Pero, ¿cómo pudo una tira cómica que se publicó en periódicos argentinos hace casi 60 años tener ese nivel de fama mundial? Creo que tiene que ver con su resonancia. Mafalda es una niña que está conociendo al mundo, está observado cómo funcionan las cosas con los adultos y por mucho que lo intenta, no entiende nada. Mafalda ve soluciones simples para la política, la economía, la sociedad, el medio ambiente y la caridad y no entiende por qué los adultos tenemos que complicarlo tanto.
«Si uno no se apura a cambiar el mundo, es el mundo el que lo cambia a uno».
Mafalda, Quino.
Es por eso que nosotros nos sentimos tan interpelados por lo que dice y lo que observa. Porque nosotros mismos hemos tenido esas preguntas y esas reflexiones, pero las hemos dejado pasar porque creemos que «no puede ser tan fácil», o «así no funcionan las cosas», o «está muy difícil cambiarlo».
Mafalda es un permanente recordatorio de que «si uno no se apura a cambiar el mundo, es el mundo el que lo cambia a uno». Ella representa la posibilidad, el optimismo y la sencillez que podemos y queremos tener en nuestra vida y en nuestros países, por muy lejanos que estemos o por muy diferentes que sean las situaciones en las que vivimos.
Mafalda nos habla en el presente, su sabiduría, como la de todo clásico, es universal y tiene mucho que enseñarnos hoy.

La frase más famosa que nunca dijo
Como la mayoría de los íconos de la cultura, Mafalda ya es parte del imaginario colectivo y todos tenemos grabada su famosa frase «¡Paren el mundo, que me quiero bajar!» Pues resulta que esta frase nunca fue pronunciada, escrita o ideada por Quino ni por Mafalda. No sabemos de dónde salió ni cómo se compuso. Pero lo grave de todo esto es que según el mismo Quino, esta idea es todo lo contrario de lo que Mafalda representa. Porque Mafalda es positiva, es curiosa y ama la vida y el mundo, nunca hubiera querido bajarse ni detenerlo, sino cambiarlo.

Los ideales y las lecciones de Mafalda siguen vivos y seguirán vigentes en todo el mundo por muchos años, porque todos necesitamos un poco de esta inocencia y de esta urgencia por cambiar el mundo.