Debo admitir algo. Durante mucho tiempo, me acostumbré a culpar al contexto por lo que me sucedía. Si algo fallaba en el trabajo, no era mi problema. Era de los demás, fallas técnicas, culpa de la solicitud, o del área de enfrente. Si no alcanzaba alguna meta personal, era culpa del dinero, de las complicaciones o de la falta de disponibilidad de los demás. Si no podía mejorar en algo, era porque no tenía las herramientas o alguien que me enseñara. Si no era feliz en algo, era porque mi familia, mis amigos o mi historia personal me lo habían impedido.
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Alguien con quién hablar
Lo cierto es que nuestra vida es un diálogo. Un diálogo con nosotros mismos, con Dios y con los demás. Pero para que haya diálogo, un requisito indispensable es la sinceridad. Si no somos sinceros, no podemos siquiera dialogar con nosotros. En la vida, me he topado con infinidad de personas que no se atreven siquiera a dialogar consigo mismos. Y por esa razón, también es imposible que puedan dialogar con los demás. Creo que incluso, yo soy uno de ellos.
Liderazgo que trasciende egos
Un líder auténtico buscará guardar su ego, evitará que la fama o el poder se le suban al cerebro y será el mismo en su casa, en su oficina y en los eventos sociales. Eso es un líder, alguien que sabe inspirar a otros, que siente compasión por ellos y que les ayuda a ser mejores y a ser libres. Un líder de verdad no crea seguidores dependientes, sino personas completas. Un líder real no necesita un puesto, un título o una cuenta de banco para mover a la humanidad.
Vivamos amando y siempre sonriendo
Hay personas que cuando leen esta frase inmediatamente me dicen que no están de acuerdo. Es muy respetable. Pero quisiera explicar un poco por qué a mí no solo me gusta, sino que me encanta. En esta frase anónima hay 4 requisitos que hay que cumplir. Pero hay que tener algo claro, se deben cumplir con los 4 al mismo tiempo. Si aislamos cualquiera de ellos, el camino se puede poner peligroso. Son los 4 y son en orden.
El optimista ve oportunidad en cada dificultad
Y es que es importante distinguir entre optimistas e idiotas. Digamos que el optimista es el que piensa: «Voy a ir a Office Max a imprimir unas cosas rápido y de ahí, me voy a la junta urgente de la oficina». Y el idiota es el que va y lo hace. Sin duda estamos rodeados de idiotas. Esto no lo digo por pesimista, sino por realista.
El honor es de materia tan frágil…
Dicen que lo más difícil para construir en una persona es el honor. No la fama o el prestigio, sino el honor. Tarda toda una vida en hacerse y solamente un segundo para destruirse. Es muy burdo empezar un artículo con una definición. Solamente lo hago en los trabajos de la maestría para llenar las cuartillas que pide el profesor (no le digan, por favor). Pero esta palabra en particular me causó curiosidad, así que me metí al diccionario de la Real Academia de la Lengua para ver la definición y encontré estas dos que me gustaron…
Vivir es existir y crear
En alguna parte del Holstee Manifesto se menciona que la vida se trata de conocer personas y crear cosas con ellas. No podría estar más de acuerdo. La vida es creación. El proceso de traer una nueva vida al mundo es creación. Pero también es creación cada nuevo proyecto que hacemos, cada página que escribimos, cada idea que tenemos, cada dibujo que intentamos plasmar en un papel.
Mientras pensemos que valemos lo que aparentamos, iremos mal
Hay un valor que cada vez se aprecia menos. Hablo de la humildad. Sobretodo en el mundo laboral. Cuando entrevistas a un aplicante para un puesto, todo se trata de venderse a sí mismo. Todo lo que ha hecho en su vida lo consiguió él solo. Nadie lo ayudó. Si fue un trabajo en equipo, por supuesto que él era el líder. Los problemas que ha tenido, siempre se han resuelto gracias a sus excelentes habilidades interpersonales. Su peor defecto es que «es muy perfeccionista». Y así podríamos seguir.
No fracasar nunca
Cuando eres niño, nunca falta el típico primo que cuando te gana jugando Monopoly te restriega en la cara que eres un perdedor, que estás ardido o que quisieras ser él en ese momento. Esto provoca en ti unas intenciones brutales de ahogarlo en el lavabo de casa de tu abuelita. Pero como no puedes pensar muy bien el macabro plan y puedes terminar castigado dos semanas, mejor te conformas con aceptar la derrota.
Un mundo de hadas
En mi mundo de hadas, todos pueden volar con solo desearlo. No hay prohibiciones ni límites para lo que una persona puede conseguir. En mi mundo, todos saben divertirse con las cosas más simples, sin necesidad de complicarse la vida para poder reír un poco. En mi mundo, no hay despedidas o distancias, sino que todos convivimos en un infinito muy compacto. En mi mundo, la creatividad es creación, todo se vuelve realidad con solo imaginarlo. En mi mundo, no tengo que enfrentar al tráfico, al tiempo o al aburrimiento. En mi mundo, puedo ser niño cada vez que lo deseo. Así es mi mundo y cada vez crece más. Es un mundo mejor, sin duda. Pero lo mejor de ese mundo, es que se puede volver realidad, y algún día lo será.
¿Hacer el bien o hacerlo bien?
Tengo muy grabada una clase de quinto de primaria, cuando entró un profesor de moral a preguntarnos sobre lo que queríamos ser. Las respuestas decían que algunos abogados, otros ingenieros y arquitectos. De pronto, nos empezó a cuestionar sobre las razones para crecer y estudiar. Y varios contestamos: «para ser alguien en la vida» (Imagínense a unos mocosos de 11 años diciendo eso). Pero el profesor seguía preguntando y no se conformaba con esa respuesta. Nos dijo que a esa frase le faltaba una palabra. Después de rompernos la cabeza pensando, nadie pudo dar con la famosa palabrita, hasta que el Profe se hartó y nos dijo «¡Para ser alguien BUENO en la vida!«
El desplome de los ídolos
Resulta que hace siglos creamos un becerro de oro. Era más fácil adorar a un becerro que alabar algo que no podemos ver. Pero las circunstancias no han cambiado mucho. Seguimos fabricando ídolos, pero ahora no son siquiera de oro, son de carne y hueso y ese material es mucho más frágil que cualquier metal.