Veníamos de regreso de la playa, tres amigos y yo. Por curioso me asomé al tablero del coche y ví la aguja indicadora en la E y encendido el foquito de la gasolina. A partir de ese instante, la música de El Exorcista se transformó en la de Psicosis (sí, esa chillona que pone los nervios de punta).